Accidente del autocar escolar en el río Órbigo.
10 de abril de 1979, 16.30.
Llegaba a los medios de comunicación una notica estremecedora. Un autobús escolar caía al río Órbigo, a la altura de la localidad zamorana de Santa Cristina de la Polvorosa, en la actual N-525, tras chocar contra el muro del viaducto. El balance, 45 niños fallecidos, de entre 12 y 14 años, el conductor del vehículo y tres profesores. Sólo 9 niños y un adulto, sobrevivieron al accidente.
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Curva y puente. |
Las crónicas publicadas en La Voz de Galicia aquellos días situaban el inicio de la tragedia a las 16.15 horas. En el mismo momento en que los escolares del colegio Vista Alegre de Cabral, iniciaban un concurso de canciones para distraerse durante el viaje. Según algunos testigos presenciales, el autocar chocó contra la valla protectora derecha del puente sobre el río Orbigo, y, seguidamente, derrapó, marchando contra la de la izquierda, que rompió, cayendo al río. Para colmo de males, el Órbigo iba más crecido de lo habitual y el autocar se hundió durante algunos minutos, mientras salían flotando o nadando varios de sus ocupantes que eran arrastrados por la corriente. «Los que nos salvamos fue porque tuvimos la suerte de salir despedidos a través del cristal delantero, que se rompió por el golpe», explicó después a los periodistas el soldado vigués que había sido recogido minutos antes. «En los primeros momentos, no podía nadar porque me lo impedía el peso del uniforme y, además, tenía las piernas ateridas de frío. Tuve que sobreponerme y, haciendo un esfuerzo, conseguí estabilizarme en el agua hasta dejarme arrastrar por la corriente y agarrarme a un árbol».
Las manos negras del Órbigo.
En el verano de 1991, una familia de Vitoria aparca su roulotte debajo del puente sin saber que allí ocurrió una tragedia. Tras la cena, la madre y los niños duermen en la caravana y el padre lo hace fuera, en una tienda de campaña junto a otro hijo. Por la noche, a las tres de la madrugada, la madre oye pasos ligeros fuera y cree que es un animal. Golpea la pared de chapa para ahuyentarlo.
En respuesta, las paredes de la caravana tiemblan con fuertes manotazos, dados con rabia, como si quince o veinte personas golpearan a la vez. El terror se apodera de ellos. Los golpes duran diez minutos. Cuando al final logran despertar con sus gritos a los de la tienda de campaña, el padre sale creyendo que les roban. Entonces los golpes paran de repente. No ven a nadie.
Al día siguiente, la familia queda estupefacta. Todas las paredes de la caravana tiene las marcas negras de manos pequeñas, como de niños. Incluso en el techo. Cuando cuentan lo ocurrido en el pueblo, un vecino no muestra ninguna extrañeza. Dicen que decenas de campistas han escuchado allí sonidos de niños jugando entre risas, sollozos y, a veces, gritos desgarradores.
Al día siguiente, la familia queda estupefacta. Todas las paredes de la caravana tiene las marcas negras de manos pequeñas, como de niños. Incluso en el techo. Cuando cuentan lo ocurrido en el pueblo, un vecino no muestra ninguna extrañeza. Dicen que decenas de campistas han escuchado allí sonidos de niños jugando entre risas, sollozos y, a veces, gritos desgarradores.
Este testimonio es de José Luis, un camionero que sintió la presencia de un niño mientras dormía en su vehículo en Benavente, a tres kilómetros del lugar del accidente.
“Todavía estaba medio despierto y entonces empiezo a escuchar algo que se mueve dentro de la cabina, que me daba la impresión de que iba a un lado a otro. Mi primer pensamiento fue que me había entrado alguien a robar”.
Continuaba relatando su historia y comentaba que “mi reacción fue de curiosidad y fue girar la cabeza lo más despacio posible para ver lo que estaba pasando”. Fue entonces, según indicaba José Luis, cuando pudo vislumbrar la silueta de un niño. Una figura que cuando encendió la luz desapareció.
A raíz de este acontecimiento conoció el accidente de 1979, fue cuando se dispuso a recopilar datos y se dio cuenta de que estaba muy cerca del lugar de los hechos. Su experiencia ocurrió en 2009 y en un día que coincidía, con las condiciones meteorológicas del día del accidente, una noche de abril lluviosa y fría.
Fuentes: Milenio 3, La voz de Galicia.
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